“El cuento de nunca gobernar”, por Diego Ferriz

Este miércoles, a las 18:00 horas, Mariano Rajoy pronunciará su discurso de investidura con el programa de Gobierno que propone el PP. En primera votación, que tendrá lugar este jueves, no contará con los apoyos suficientes; sí durante el fin de semana, con la previsible abstención mayoritaria del PSOE. Nuestro bloguero da su visión sobre este cuento que puede haber acabado pero que, para Ferriz, es el de “nunca gobernar”.

Parece ser que, finalmente, tendremos gobierno de Mariano Rajoy y el PP este sábado, si todo se desarrolla según lo previsto y el PSOE se abstiene en bloque en la segunda votación de la sesión de investidura. Ha tenido que transcurrir casi un año, dos elecciones generales que casi nos llevan a la tercera, para conseguir este objetivo mínimo y básico: que España tenga un presidente del gobierno para la próxima legislatura. Pero cuidado, que esto no ha hecho más que empezar –¡casi un año después!- y la gobernabilidad del país no está en modo alguno garantizada.

Hubo otros tiempos en los que se hablaba del rodillo: cuando PSOE o PP tenían mayoría absoluta y gobernaban, legislaban y decidían sin ningún obstáculo, al margen de la opinión del resto, empequeñecido y resignado en las pocas butacas que ocupaban en el hemiciclo. No sé qué es mejor o qué es peor, si aquellas situaciones propicias al abuso de poder y el despotismo o la novedad de hoy en día: para que el PP gobierne en adelante y comience la segunda legislatura oficial de Rajoy, hemos debido asistir a un carrusel de negociaciones desde diciembre 2015 que nos han llevado a la actual situación, con Pedro Sánchez desaparecido de la primera línea, Ciudadanos apoyando al PP después de pactar con el PSOE, Podemos incordiando y guerreando, los nacionalistas de aquí y allá a lo suyo…

Pues eso, la situación política de España durante todo este año 2016 parecía, en resumen, el cuento de nunca gobernar: conversaciones, idas y venidas, negociaciones, consultas con el rey, pactos y trifulcas entre los contrincantes o, incluso, en el seno de los partidos, que amenazan con resquebrajarse…

¿Y qué va a suceder ahora, cuando comiencen los plenos y el PP se vea en la obligación urgente de proponer medidas políticas, leyes y cauces de gobierno? Tendrán lugar votaciones que, si nos atenemos a la realidad, no podrán sustentarse en ninguna mayoría por la sencilla razón de que no la hay; es decir, PP y su joven e inexperto socio Ciudadanos requerirán de la abstención al menos del PSOE para llevar a cabo sus planes. ¿Alguien puede asegurar que los socialistas, inmersos en batallas internas que pueden terminar en escisiones, van a votar a favor de sus rivales históricos en el Congreso o, al menos, se abstendrán cuando el PP plantee los presupuestos, las nuevas leyes, las políticas que piensan aplicar al conjunto de la sociedad? Mucho me temo que no.

Así que, pese a la sensación de alivio que tal vez nos confunda a día de hoy, cuando la investidura es inminente, esta situación de equilibrio precario y, por qué no decirlo, falso –muchos socialistas se verán obligados a comulgar con ruedas de molino-, puede desembocar en debates eternos e irresolubles, propuestas de pactos imposibles, concesiones insospechadas entre unos y otros y, en definitiva, la persistencia de lo que he llamado antes el cuento de nunca gobernar; el colapso político es un peligro real.

Para que nuestros diputados se ganen el sueldo gobernando y favoreciendo los intereses de los españoles con su trabajo, que debería ser lo bastante eficaz como para producir resultados positivos –incremento del bienestar social, estabilización del crecimiento económico- y no derivar en un desperdicio de su elocuente esfuerzo, los populares van a tener que “socializarse” en cierta medida y los socialistas “popularizarse” análogamente, otra cosa sería una estéril batalla campal de avioncitos de papel y a ver quién chilla más alto, una innecesaria presunción de honradez e integridad y a ver quién es más guapo, una reiterativa confrontación de piedra, papel o tijera…

Esperemos que reine la buena fe, que se imponga el sentido común y que, entre todos –todos los partidos representados en el parlamento-, consigamos cumplir los objetivos de esta sociedad nuestra, de esta comunidad de intereses, de esta constitución histórica que, en el marco legal nacional y europeo, llamamos España. Es nuestra responsabilidad, nos jugamos mucho y, por tanto, todos los ciudadanos debemos aportar nuestro granito de arena y nuestra capacidad de reconciliación, nuestro respeto a las reglas del juego, nuestro orgullo de ser españoles – además de andaluces, vascos, catalanes, gallegos, madrileños…- al conjunto indivisible que nos engloba y nos une. Sumemos todos en beneficio de todos.

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