El placer es nuestro, Don José

Después de que las Veladas de Palacio 2018 de Boadilla arrancasen el jueves con el pop rock de Mikel Erentxun, el embrujo llegó con el comienzo del fin de semana. Lo hizo de la mano, del palmeo, del quejío y de la sonrisa de José Mercé, que regaló un concierto con frasco de perfume caro: corto pero delicioso.
Que el Mundial de Rusia descansase el viernes no fue una casualidad. Seguro. Uno de los platos fuertes de esta edición de las Veladas de Palacio, quizá el mayor por su relevancia internacional, era él, el jerezano adoptado por nuestra vecina Pozuelo de Alarcón. José Mercé apareció pasadas las diez de la noche para convertir los jardines del Infante Don Luis en un tablao flamenco y para llevar la magia desde el escenario hasta el público, desde su garganta hasta nuestro alma, que se despierta y revolotea ante esos estímulos de emociones y sentimientos.
Cuatro manos palmeando, más guitarra y cajón, le acompañaban, pero es difícil prestar atención a algo más que no sea a él. En realidad, ejercieron bien el papel que les estaba encomendados: jalear, darle el ritmo, escoltar, para que el maestro se luciera. Y vaya si lo hizo. Es complicado saber si fue una de sus mejores noches pero, como los grandes grandes, unas pinceladas de arte son suficientes para ser conscientes del privilegio que es estar ahí. Y eso fue lo que sintieron los asistentes al espectáculo de Mercé, que sobrepasó por poco la hora de duración y que por eso dejó cierto regusto de querer más. Con tres horas quizá hubiese pasado lo mismo, pero…
Soleares, fandangos o alegrías fueron algunos de los palos por los que se arrancó Mercé, que se mostró «muy orgulloso» de poder llevar el flamenco «una de las grandes señas de identidad de España» por todo el mundo. Y nosotros de que seas tú quien lo haga, don José, una especie de Rafa Nadal en el tenis o José Tomás en los toros, la figura que transciende más allá del propio estilo o disciplina. Es ese embajador, sucesor de Paco de Lucía y Camarón, José Mercé, quien estuvo este viernes en Boadilla.
El cierre mágico
Cuando el viento comenzó a recorrer los jardines, el verano quedaba más lejos del imaginario de los presentes y empezó a hacer falta ponerse el jersey o la chaquetilla, sonaron los primeros acordes de «Aire». Y todo el mundo, muy respetuoso ante el maestro, empezó a cantar con él, para disipar las distancias y hacer del directo una experiencia compartida. Lo mismo, incrementado, sucedió con el único bis de la noche, no menos conocido. Haciendo suyos los versos de Aute, Mercé nos previno de que «tras la noche, vendrá la noche más larga» y nos pidió que no le abandonáramos «al alba«.
Prometido, don José, porque tu voz, tu sonrisa feliz y limpia, y tu sentimiento, no abandona. Fue un placer.
Texto: Álvaro Díaz
Foto: Prensa Ayuntamiento de Boadilla del Monte
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