Ferriz celebra la Undécima del Madrid

Nuestro bloguero, madridista reconocido, nos hace su crónica sobre la final de la Liga de Campeones, que enfrentó el sábado a Real Madrid y Atleti, en la que los de Zidane se llevaron el título tras imponerse en la tanda de penaltis.
Poco después de que concluyese la final de la Champions 2016 cuyo vencedor fue el Real Madrid, Florentino Pérez, su presidente, se acordó ante los medios de comunicación de los 16 desdichados que perdieron la vida en Irak sólo porque eran aficionados al fútbol y, concretamente, al Real Madrid. Hubo, además, varios heridos. Luego, a lo largo del día de ayer, se difundió la noticia de un atentado de las mismas características: otros 12 fallecidos y unos cuantos heridos en otra peña del Real Madrid en Irak, asesinados por amar unos colores deportivos legendarios y, al parecer, pecaminosos y merecedores de la pena capital a ojos de los fanáticos islamistas que nos consideran sus enemigos. Por segunda vez, Florentino Pérez se refirió a las víctimas inocentes honrándolas y recordándolas, encomiable actitud de un presidente que salió en defensa de quienes, débiles y pacíficos, simpatizaban con el Real Madrid y enarbolaban su bandera henchidos de orgullo y felicidad.
Lamentable. Poco se puede decir acerca de esos viles y perversos asesinos, pues no merece la pena perder mucho tiempo con ellos. Matar a unos simples aficionados al deporte, al fútbol que se disputa en el mundo libre y pacífico, es de una maldad insuperable. Bien hizo el presidente del Real Madrid acogiéndoles en el seno del club, aunque sólo sea moral y simbólicamente, como homenaje póstumo. Se me retuerce el alma cuando lo pienso y cierro los puños de rabia como ciudadano demócrata, cristiano y madridista. Sólo me gustaría añadir que, a la vista está, esta gentuza de mala calaña que se regodea en su crueldad y nos mata por odio, son, es más que evidente, nuestros acérrimos enemigos. Deberíamos reconocerlo y actuar en consecuencia antes de permitir que sigan muriendo inocentes y campen a sus anchas poniendo bombas, disparándonos y vejándonos -en tierras islámicas o cristianas-, los asesinos que se amparan en la pureza de su fe para justificar la aberración de sus crímenes.
Dicho esto, me referiré a la gran final que, otra vez, le ganó el Madrid al Atleti. Un partido apasionante. Comenzó mejor el primero, más metido en el partido, y luego el segundo se sobrepuso y se impuso durante un largo tramo. Dominio alterno durante los más de ciento veinte minutos, buen juego del Madrid por momentos y también del Atleti, que supo remar contracorriente. Gol de Sergio Ramos en el minuto 15, precedido, a mi modo de ver, de un agarrón persistente y una posición de fuera de juego en el instante en que Bale peina el balón hacia él. ¿Debió ser anulado? Quizá, pero también pudo ser penalti si el árbitro ve la infracción del defensa. En todo caso, así es el fútbol: un juego en el que, hasta que se modifique el reglamento, se contempla el error arbitral; ni el árbitro principal ni sus asistentes vieron nada, así que hay que dar el gol por bueno, no darle más vueltas en vano y asumirlo como un hecho consumado. Eso hizo el Atleti –e hizo bien-, seguir jugando y buscar el empate.
En el último tramo de la primera parte, ya se vio a un equipo rojiblanco más enchufado y responsabilizado de dominar, moviendo el balón para acercarlo al área del Madrid. Éste, confiado a su seguridad defensiva, dio un paso atrás con la idea de salir al ataque conectando a sus mejores centrocampistas, Modric y Kroos, con sus penetrantes laterales y sus afamados delanteros. Pensaría Zidane que sería cuestión de tiempo y tarde o temprano Bale, Benzema o Cristiano generarían alguna ocasión mortal de necesidad para sentenciar el choque. Pero, entre tanto, el Atleti crecía, le robaba la posesión a un rival que parecía guardar fuerzas y empezaba a rondar el área de Keylor Navas con más asiduidad. Se alcanzó el descanso con 1-0 y, pensé yo, entrarían en juego con más importancia que nunca las arengas y consignas de Simeone y Zidane.
Nada más comenzar la segunda parte, el Atleti movió bien un balón que terminó en penalti de Pepe sobre Torres. Creo que fue claro. Todo había cambiado a favor del Atleti tal como se habría imaginado el Cholo, pero Griezmann desperdició la mejor ocasión colchonera. Algo tuvo que ver, eso creo, la actitud de Navas, colosal portero que debió de ponerle algo nervioso y fue amonestado con tarjeta amarilla antes del lanzamiento. Vuelta a empezar para el Atleti, que no generaba más ocasiones claras pero iba adueñándose, minuto a minuto, del terreno y el balón. El Madrid, que había gozado de una clarísima oportunidad despejada por Oblak al comienzo, se mantuvo en su idea de esperar alguna otra que firmasen sus estrellas para rematar la faena.
Mediada la segunda parte, el Madrid se sacudió el dominio rojiblanco y puso cerco a la portería de Oblak, consciente de que necesitaba un gol más. Benzema, Bale, Cristiano y Lucas Vázquez, sustituto del primero, pudieron marcar. El Atleti, por su parte, llevaba también más sensación de peligro de la mano de Carrasco, que había entrado en el descanso y desafió incesantemente a Carvajal, lesionado, y Danilo. En torno al minuto 70, Zidane quitó a Kroos y metió a Isco en su lugar. Este cambio, debo admitirlo, me inquietó -no sé si el alemán estaba lesionado o muy cansado-: porque este Madrid de Ancelotti en 2014 y Zidane en 2016, creo yo, basa su fútbol en el buen juego de sus centrocampistas; Modric, Xabi Alonso antes y Toni Kroos ahora mueven el balón con notable eficacia y belleza, valiéndose de una gran calidad técnica para trenzar jugadas incisivas con los rápidos laterales y los letales delanteros. Eso se ha visto esta temporada en las sucesivas goleadas del equipo en el Bernabéu, que su punto fuerte no es el contraataque sino la posesión y la presión adelantada. Lo que ocurre es que al fútbol no juega uno solo, hay un rival enfrente y las energías deben racionarse. Por eso el Atleti, enorme rival, aprovechó los errores en el remate del Madrid y su menor control en el centro del campo para marcar en un ataque fulgurante.
Quedaban apenas 10 minutos y la situación parecía inversa a la final de Lisboa, con un Atleti, lo demostraba su increíble afición, más crecido y entero a raíz del empate. Pero, cosas del fútbol, el Madrid no se descompuso y el Atleti prefirió conservar el empate de cara a la prórroga, pues ya no tenía necesidad de dejar espacios en defensa. En el tiempo suplementario se agigantó Casemiro, un jugador menos estilista que sus compañeros de medular pero más fuerte e incombustible. Fue su mejor partido con la camiseta blanca, un alarde de seguridad defensiva y fiabilidad con el balón que le dio oxígeno a Modric cuando éste ya no podía con las botas e Isco le daba salida al juego. Pocas ocasiones en la prórroga, muchos lesionados en ambos bandos y la tensión in crescendo, pues parecía inevitable la tanda de penaltis. Fin del partido, el ganador debería proclamarse en el cruel desempate de los penaltis, pues los 120 minutos habían terminado en un empate justo: más ocasiones del Madrid, más dominio y control del juego del Atleti.
El fútbol tiene un componente de azar que a veces resulta significativo. Intervino al emparejar al Atleti con Barça y Bayern en las rondas previas, más suerte tuvo el Madrid, e intervino en el sorteo previo a los lanzamientos: la fortuna dispuso que el Madrid lanzara en primer lugar en la portería más cercana a sus fieles, lo cual le dio, según mi punto de vista, una ventaja intangible pero tal vez decisiva: sus aficionados se reanimaron, contrarrestando el entusiasmo colchonero, y sus jugadores se centraron en presionar al rival tomando la iniciativa. Al cuarto lanzamiento, error de Juanfran, que no consigue engañar a Keylor, pues éste lee sus intenciones y le fuerza a ajustar demasiado el disparo, tanto que el balón impacta en el poste. Quinto penalti del Real Madrid, gol de Cristiano y solución del enigma: El Real Madrid, campeón; el Atleti, fabuloso contendiente que, como le dije a mis buenos amigos rojiblancos, debe perseverar en la persecución del sueño. Nosotros, los madridistas, tenemos el ejemplo de nuestro equipo de baloncesto, que perdió dos finales seguidas antes de conquistar la Euroliga. Sólo puede ganar uno, ésta es la gracia y el drama del fútbol. Felicidades a los campeones y mucho ánimo a los atléticos, la competición no terminó el sábado sino que se reanudará dentro de pocos meses.
Foto: lavanguardia.com
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