Lucía y Juan se dan una oportunidad (Tercera y última parte)

Vuelve nuestra mediadora, Silvia San Juan, con su blog «Lo hablamos mejor». En esta entrada nos cuenta el desenlace de una historia que nos tenía a todos intrigrados: la de Lucía y Juan (primera y segunda parte).

Esta sería la última tarde que vería a Juan en meses. Lucía lo supo antes de que nadie se lo dijera, tal vez como una premonición del alivio que sentiría más tarde. Todo parecía igual a otras veces, pero no era así. Tuvo que esperar por primera vez a Juan en la sala de espera, y esto lo interpretó como un anticipo del fin.

“Ya me empieza a faltar del todo”. Pronto apareció disculpándose con ella tímidamente, diciendo que le había traído Pedro en coche. “Pedro, recordó Lucía, nuestro eterno Peter Pan que enlazaba novias, amigas y rollitos de primavera. Nuestro Pedro, que le faltó tiempo para acoger a Juan en su casa y Dios sabe qué puertas estarán abriendo estos dos”. Pronto paró estos pensamientos de golpe, si algo había aprendido estos meses era a tratar a su mente como a un animal salvaje, como un caballo que se desboca y hay que cogerle de las riendas, calmarle y volver a enseñarle el camino, ”por aquí no bonito, por aquí mejor”.

Al principio de la sesión también parecía que todo seguía igual, la amabilidad del recibimiento por los mediadores, la invitación a sentarse donde más cómodos se sintieran, o los pequeños comentarios triviales del principio para romper el hielo, el momento social le llamaban, pero había algo distinto en el ambiente, algo que no podía explicar: fue para Lucía como el olor a azufre momentos antes de que estalle un volcán.

Los mediadores no tardaron en abordar el tema, pronto les recordaron la sensación que tenían de no avanzar que les comentaron el último día y les transmitieron la necesidad de hablar con ellos por separado en sesiones individuales. Como tantas otras veces que sugerían algo les dejaron a Juan y a Lucía decidir, tener la última palabra sobre cómo hacer las cosas. Lucía propuso hablar a solas con la mediadora. Los mediadores pronto preguntaron a Juan qué prefería. A él no le importaba hablar con uno de ellos, o con ambos.

“Lucía”, empezó hablando la mediadora, una vez que se quedaron a solas, “antes de nada quiero que sepas que todos sabemos que ha sido difícil para ti venir aquí y que todos reconocemos el esfuerzo, pero nos da la sensación de que todavía no estás preparada para llegar a ningún acuerdo. Durante casi todas las sesiones, mi compañero y yo, sentíamos que constantemente volvías al pasado, mientras que Juan miraba siempre hacia el futuro. Así es imposible que os encontréis, sois como dos líneas paralelas. Habría que encontrar un punto donde coincidáis y este es el presente. Es imposible que adoptes ningún acuerdo justo para ti y justo para Juan si no estáis en igualdad de condiciones. Que ambos hayáis asumido que se ha acabado y que hay que caminar y cerrar esa etapa de vuestra vida

“¿Lucía quieres contarme algo en especial? Antes de nada quiero recordarte que si tú quieres que esta sesión individual sea confidencial, lo que hablemos no saldrá de aquí”.

No podría recordar nítidamente todo lo que contó a la mediadora en la intimidad, sin la atadura de tener a Juan delante, pero sintió un inmenso alivio al ser simplemente ella, al compartir lo que llevaba guardando todas las sesiones anteriores, escondiendo debajo de la manga el inservible as de las segundas intenciones.

Así reconoció que tiraba para atrás todas las propuestas de Juan para castigarle los primeros días, incluso si estas eran beneficiosas para sus intereses. Muchas veces actuaba así siguiendo el consejo de su madre, pretendiendo castigarle sin acuerdo en mediación e iniciar batalla en los juzgados. Pero a medida que avanzaban las sesiones vio que alargar el momento de llegar a un acuerdo era la única manera de arañar un poco más de tiempo, de no acabar del todo con su matrimonio, por eso incitaba a veces a que se envolvieran en temas por los que no había que llegar a un acuerdo, para alargar la mediación, para evitar afrontar los temas por los que estaban allí, para que eso no acabara, porque mientras hubiera mediación su historia con Juan no acababa del todo. Los mediadores intentaban inútilmente reorientar el tema pero Lucia no colaboraba. Este era el último hilito que le unía a Juan y no quería cortarlo. Cortarlo significaría volar sin red, perderle y tener que encontrarse con ella y no sabía ni por dónde empezar.

Y fue la mediadora, de quien el primer día pensó que sería su cómplice para abrir los ojos a Juan quien acabó ayudándola a abrir los suyos.

“Entiendo cómo te sientes Lucía, es normal que todavía te duela, pero no con la intensidad del primer día. ¿Has pensado en alguien que te ayude a superarlo? ¿A intentar pasar página con la ayuda de un profesional yendo a terapia, por ejemplo?”

Buscó en su mente una referencia, algo que le diera paz, y como siempre que así era volvió Elena a su mente. Recordó cómo ir a terapia le ayudó a cambiar, a cambiar su manera de ver las cosas, de tomar decisiones de otra manera. De tener más calidad en su vida y en sus relaciones. Y un alivio denso y cálido le invadió los huesos. Si lo que estaba por venir le daba pánico, el haber descubierto sus cartas y dejar de fingir le dio la paz que necesitaba.

Por eso, cuando nuevamente se reunieron todos, no balbuceó al pedir para ella el turno de palabra. Agradeció a todos la paciencia y el cariño que durante estas semanas todos le habían mostrado y con la calma que otorga el ir de cara, simplemente dijo que no podía continuar, que necesitaba tiempo para enfriar los sentimientos, para hacer el trabajo personal que necesitaba para dejar de lado el dolor y pensar con tranquilidad que quería hacer y cuál era la mejor opción para ella. Sólo así llegaría el momento de reconocer que Juan tenía derecho a sentir lo que sentía y volver a sentarse a dialogar.

Juan, por su parte, dijo que no tenía prisa por hacer nada concreto con la casa, que prefería que Lucía se tomara el tiempo necesario, que llegar a un acuerdo con prisa y que fuera el motivo de un conflicto futuro. Que pensara con tranquilidad si prefería que la vendieran, alquilarla, comprarle su parte, subrogar la hipoteca… cualquier opción que les dejara tranquilos a ambos.

Los mediadores cerraron esta última sesión, como siempre, dándoles las gracias por compartir su historia y su esfuerzo con ellos. Y les invitaron a volver cuando quisieran para retomar su mediación. Siempre tendrían este espacio para ellos.

Lucía no recordó por mucho tiempo si se despidió de todos, si besó, abrazó o por el contrario ignoró a Juan. Salió de la sala como si estuviera haciendo equilibrios sobre un puente colgante, donde intercalaba los zapatos del miedo al vértigo con los de las ganas por avanzar, pero sabiendo que, aunque temblando, estos primeros pasos hacían el camino.

Se perdió por la ciudad sin rumbo fijo y acabó dando con su cuerpecito cansado en un banco, donde pronto varias palomas se arremolinaron a sus pies. “Lucía, hermosa”, se dijo a sí misma, “tienes dos opciones: seguir así, alimentando este dolor, miguita a miguita, como a las palomas, o decir basta, acabar con el papel de víctima y empezar a tomar las riendas de tu vida”. Y entonces una frase que dijo Juan el día del cambio de sillas se posó sobre ella como si fuera un pájaro que la guiara; “sé que eres una mujer fuerte y que te esperan cosas maravillosas, no sólo porque te lo mereces, si no porque harás lo posible para que así sea”

Cogió el teléfono y marcó. “Hombreeeee, por fin”, dijo casi gritando de alegría Elena al oír el número de teléfono que le pedía Lucía, “bienvenida al universo de los valientes. Este es el mejor regalo que puedes hacerte, te deseo que disfrutes del apasionante, aunque a veces doloroso, viaje hacia el interior de ti misma. Se llama Miriam, apunta 639….”

Continuará.

Hoy os sugiero:

The Blower’s Daughter de Damien Rice

https://www.youtube.com/watch?v=5YXVMCHG-Nk

Si tuviera que elegir sólo diez canciones de toda la historia de la música no dudaría en que esta, que hoy os sugiero, sería una de ellas. Supongo que muchos la conoceréis por la intrigante película “Closer”, cómo olvidar a Natalie Portman andado por Nueva York bajo sus notas. Quiero compartirla hoy con vosotros para que reflexionemos juntos acerca de cuando no podemos apartar la mirada de sólo un ser que puebla la tierra y nos perdemos todo lo demás, como Lucia, hasta este momento, con Juan.

 

Un abrazo a todos.