Pasarse a las energías renovables es posible

Finalizar con la dependencia de los combustibles fósiles supone un reto que todos los países del mundo tienen que afrontar antes o después. De lo contrario, los efectos de un cambio climático que ya está en marcha, acarrearán un desastre humano, ecológico y económico de imprevisibles consecuencias. Son muchos los países que han apostado ya por las energías limpias y renovables. Entre ellos Papúa Nueva Guinea ha tomado la iniciativa, y se ha comprometido a que en menos de 15 años toda su energía sea renovable. Este país fue el primero que hizo los deberes en materia de renovables, y envió su plan nacional de acción climática, conocido como NDC, a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Esta nación situada al norte de Australia, con una superficie un 10% menor a la de España, se caracteriza por sus zonas montañosas de pendiente pronunciada (con varios picos que superan los 4.000 y 5.000 metros de altura), y sus abundantes lluvias (de 1.000 a 9.000 milímetros al año), que generan una docena de ríos de abundante caudal. Esta combinación le permite apostar por la energía hidroeléctrica y dejar de lado los combustibles fósiles.
Actualmente el 40% de la energía de este país es hidroeléctrica, pero varios proyectos buscan multiplicarla. El más ambicioso es la central del río Purari, que podría alcanzar a la fabulosa producción de 2.500 megavatios anuales; mucho más de lo que Papúa Nueva Guinea podría necesitar. Lo que no se consuma, se exportará a Australia.
Otra fuente será la energía geotérmica. Este país se encuentra sobre la conjunción de las placas del Pacífico y del Mar de Salomón, que se presenta con miles de volcanes submarinos, que si se aprovechara sólo 55 de los puntos geotérmicos detectados, se podría generar 21,9 Teravatios (o sea, 21,9 millones de kilowats) de energía.
El compromiso de Oceanía
Papúa Nueva Guinea, como muchas otras naciones de Oceanía, solo generan el 0,03% de las emisiones contaminantes, pero tienen que cargar con las consecuencias del cambio climático: tormentas de gran intensidad, tsunamis, inundaciones y otros fenómenos climáticos. Y sobre todo por el temor a que el aumento del nivel de los océanos sumerjan a varios países, que se encuentran en atolones cuya altura máxima es de 5 metros sobre el nivel del mar.
Ante el peligro, los gobiernos se han puesto manos a la obra. Samoa también se ha propuesto eliminar los combustibles fósiles para el 2017; Vanuatu apunta a que, en el 2020, el 65% de su energía será renovable; y Tonga ha elegido impulsar programas para incentivar la producción de energía solar.
En España estamos lejos
Según la Red Eléctrica de España, el 37% de la producción eléctrica del 2015 ha sido por fuentes renovables. Sin embargo, el año anterior se había llegado al 43%, pero ha descendido tres puntos la generación hidroeléctrica y un punto la eólica. Y también se han frenado las inversiones en el sector: mientras que entre el 2012 y el 2015 se levantaron infraestructuras ‘verdes’ para producir 850 megavatios, en los cuatro años anteriores fue posible instalar 6.800 megavatios.

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