“¿Y ahora qué?”, por Diego Ferriz

Congreso Diputados_2016Nuestro bloguero analiza la situación en la que se queda España, como ya haría hace un par de semanas, tras los dos “noes” del Congreso de los Diputados a la investidura de Pedro Sánchez. Para Ferriz la mejor solución sería que hubiese nuevas elecciones generales.

Después de la fallida investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno –hasta en dos ocasiones fue rechazada la alternativa PSOE-Ciudadanos por la mayoría parlamentaria-, yo me pregunto, de igual manera que se preguntará todo el mundo, qué va a suceder ahora y cómo se va a arreglar esta compleja problemática. ¿Debemos esperar que, de aquí a unos dos meses, dos, tres o más partidos alcancen un acuerdo sorpresa que permita desbloquear la prolongada situación? O, por el contrario, ¿hay que hacerse a la idea de que sólo unas nuevas elecciones garantizarían el avance en alguna dirección que, hipotéticamente, permitiría el nombramiento del nuevo Presidente? Personalmente, no lo tengo nada claro, y me imagino que los ciudadanos, en su mayoría, tampoco.

Me parece que, a priori, lo mejor sería una nueva convocatoria de elecciones generales. ¿Por qué? Porque ya se ha visto, desde el día veintiuno de diciembre de 2015, que los principales partidos políticos son incapaces de alcanzar acuerdos consistentes y resolutivos. Es cierto que supondría un gasto descomunal, pero quizá no nos quede otro remedio para superar esta inamovible inoperancia de facto.

El PP, es decir, nuestro Presidente en funciones Mariano Rajoy, se niega a suscribir cualquier alternativa que no contemple su propia Presidencia del Gobierno. Porque resultaron ser la lista más votada. Guste o no, me parece una postura coherente; Rajoy ha estado aguardando pacientemente una cesión de Pedro Sánchez, Albert Rivera u otros líderes que se tradujese en un acuerdo para su propia investidura y dejara al margen a Podemos, el mayor peligro según el punto de vista de la España conservadora. Creo que tenía toda la razón Mariano Rajoy cuando descartó abstenerse o, desde luego, votar a favor de la coalición PSOE-Ciudadanos. Y lo creo así porque, es pura lógica, de haberse dado un acuerdo, un pacto de no agresión o como quiera llamársele, entre estas tres formaciones, siempre debería haber privilegiado a la lista más votada, y concedido por tanto la Presidencia a Rajoy antes que a Sánchez o Rivera. El problema del PP, a mi juicio, es que siguen descubriéndose casos de corrupción en sus filas, algo que no tolera ni perdona fácilmente el electorado. Desde mi punto de vista, es una incógnita por desvelarse si el PP ganaría o perdería escaños en unas nuevas elecciones.

Respecto al PSOE de Pedro Sánchez, creo que el pacto con Ciudadanos le ha permitido, sumados los escaños de ambos partidos, alcanzar una mayoría simple. Me parece, desde este punto de vista, una maniobra inteligente que, si se repiten las elecciones y se mantiene la alianza, podría terminar dándole el poder. Pero, en mi opinión, se equivoca el líder socialista al pretender la abstención, no digamos el apoyo, del PP, pues antes que nada ha sido él quien se ha negado rotundamente a favorecer un gran pacto de Estado con Rajoy y Rivera; yo no te apoyo ni te justifico a ti, pero quiero que tú me apoyes y me justifiques a mí, es el mensaje que puede derivarse de su ambigua actitud. Lo cierto es que el PSOE ha obtenido menos votos que el PP y eso implica que, caso de haber algún tipo de acuerdo, debe prevalecer la propuesta de los populares. Otra cosa es que, como seguramente argumente Sánchez, su alianza con Ciudadanos le encarame a esa mayoría simple que quizá, eventualmente, desemboque en su Presidencia; lo veo difícil pero no descabellado, de ahí que, como decía, considere tal alianza un prudente y pragmático acierto. Porque la opción de pactar con Podemos es significativamente arriesgada y contraria a los principios de un partido que, si bien es de izquierdas, siempre se ha caracterizado por cierta moderación además de un respeto a las instituciones españolas que aquellos pretenden -les encantaría- dinamitar.

También pienso que Albert Rivera y Ciudadanos se merecen un voto de confianza. Son inexpertos pero muestran una encomiable predisposición al diálogo en una coyuntura que lo hace imprescindible. A mí me parece una postura correcta y aceptable la que han tomado, e igualmente me parecería bien que hubiesen pactado con el PP. Su decisión supone el aislamiento de Podemos en su burbuja marxista, todo un impedimento para Pablo Iglesias, que debe de sentir cierta impotencia ante el rumbo de los acontecimientos. Tengo la impresión de que el pacto PSOE-Ciudadanos puede variar el resultado de unas nuevas elecciones, pues una vez consumado se puede percibir un panorama distinto: si se mantiene hasta junio y no hay novedades inesperadas, el ciudadano afrontará los nuevos comicios debiendo elegir entre tres alternativas principales: PP, PSOE-Ciudadanos o Podemos. Desconozco el eventual resultado, pero me parece razonable pensar que, en virtud de la nueva situación, podría darse un cambio considerable en el reparto de escaños, propiciándose una solución de la actual encrucijada.

No quiero extenderme hablando de Pablo Iglesias y Podemos; diría que al menos son coherentes, pues van a muerte con sus ideas. El problema para mí es que esas ideas están desfasadas, pertenecen a otro siglo y no conducen a nada bueno: su propuesta implica la radicalización comunista del Estado, la lucha de clases, la persecución de la propiedad privada, el anticapitalismo y el antiamericanismo –antiimperialismo lo llamarían ellos-, el ateísmo y la marginación de la Iglesia, la inmersión de España en una internacional enemistada con ese medio mundo que ahora es nuestro aliado… Ya conocemos las consecuencias de tales planteamientos: hubo una potencia comunista, la URSS, que terminó desintegrándose y dejando en la ruina a un puñado de naciones satélite; hubo una potencia maoísta que hoy en día pretende recuperar el terreno perdido tras décadas de intransigencia dictatorial y persecución política; hoy en día aún resisten Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc, pero, ¿en qué condiciones?

Los desdichados venezolanos no tienen un pan que llevarse a la boca; los norcoreanos parecen haber perdido el norte al obsesionarse con sus enemigos, lo que les ha llevado a asignar ingentes recursos económicos al presupuesto militar; los cubanos me parecen tenaces y resistentes contra viento y marea, ¿qué hubiese ocurrido si EEUU no hubiese ejercido el bloqueo de la isla? Nunca podremos saberlo, pero lo que sí está claro es que en la paradisíaca Cuba hay represión política, además de terribles carencias que impiden una digna subsistencia del pueblo, víctima inocente y resignada durante décadas a reír las gracias y aplaudir el ingenio del impávido Castro. Ahora Obama les ha tendido un cable y, si son juiciosos, deberían aprovecharlo. Porque sólo desde la libertad democrática, como la historia nos ha demostrado, se optimizan los recursos que generan riqueza y empleo.

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